domingo, 19 de septiembre de 2021

Encontrando la calma

Cada vez me desconozco más en las excentricidades, sobre todo en las pasadas, que son excentricidades extremas. Cada vez me sorprendo más con mi historia… a veces pareciera tan lejana a mí, a veces siento como si no se tratara de mi propia historia, la estoy reprochando y rechazando, ignorando. Tengo la idea general de que todo lo que he vivido me formó para ser lo que soy ahora y está bien, pero cuando lo miro en detalle, llegan recuerdos desconcertantes, desdeñables, me incomodan muchísimas de mis propias acciones, me insatisfacen. Cada vez quiero menos hacer algo extremo y cada vez me arrepiento con más fuerza de hacer algo fuera de lo cotidiano. Ya no soporto los excesos, ya no quiero exageraciones, me producen un cierto tipo de asco y hastío, solo encuentro tranquilizante y satisfactorio lo neutro, lo lineal, lo rutinario, solo a eso me acomodo, solo eso me mantiene en calma y de alguna manera feliz. Las emociones o acciones extremas me están provocando náuseas y mareos, no quiero nada ni nadie que me saque de mi habitad silencioso y pasivo, quiero paz. Quiero una vida lenta y desapercibida, por fin quedarme quieta como un árbol gigante que siempre está en su lugar, disfruta del viento y baila a su ritmo, pero nunca abandona su lugar, nunca se angustia ni cede ante nada, solo permanece.

Pensando en mis evoluciones, mínimos detalles que pasan inadvertidos van llegando a mi consciente con el tiempo: mi extraño cambio de gusto por los colores, antes tan rojo y negro, luego tan violeta, y ahora tan aguamarina. Podría dejarme llevar por los significados comunes y no sería para nada desacertado: primero, pasión y violencia; luego, misterio y poder; y ahora, estabilidad y serenidad. Otro punto que ha llamado mi atención es que antes solía cambiar constantemente las fotografías de fondo de mi computador y móvil, las cambiaba según mis emociones del momento, lo que quería observar o sentir; he notado que hace tiempo, por lo menos un año, no las toco para nada, siguen pareciéndome vigentes, ahí quietas, sobrias, sin indicar nada diferente de lo que ya indicaban, relajadas. Tal vez pueda incluir además el asunto de haber abandonado totalmente el uso de maquillaje y el uso de accesorios excesivos; es como si cada vez cargara menos peso exterior y quizá interior, es como si me sintiera más liviana, pero al tiempo más afincada en mi lugar, más inamovible, más fuerte y grandiosa.

Ando muy conectada con la música fuerte pero melódica, siento que nutre mi relajación y mi fuerza como si contrajera mis átomos para estar más compacta pero al mismo tiempo me hiciera más volátil y liviana, me gusta mucho la sensación. Haberme cortado el cabello me liberó de un montón de malas energías, no me importa cómo quedó pero amo la libertad que me da, además se puso más bonito. Estudiar filosofía es un cuento bastante interesante, me gusta cultivar mi inteligencia, ejercitarla, practicarla; es maravilloso darme cuenta que el momento era ahora, que no pudo haber llegado el espacio para una reflexión profunda en medio de mi antiguo caos, todo se acomodó mágicamente, me siento en el lugar y el momento correcto. Vitalizo también mi cerebro y el resto de mi cuerpo con buena alimentación y suplementos, tengo que sopesar de alguna manera el alcohol y el cigarrillo, aunque es estupendo que haya abandonado sin drama el consumo de cualquier sustancia psicoactiva, ver mi cara bonita también me satisface bastante.

Y así van pasando los días, mientras extraño profundamente a esa persona especial, un recuerdo para siempre en el vacío: tranquilo, lejano y silencioso, que un día cualquiera desaparecerá; mi vida solitaria y perfecta andará bastante bien. Sólo debo asegurarme de alejar de mí a esas personas que en algún momento me interesaron, las únicas que quizá pudiesen desestabilizarme de alguna manera; el pasado podría tornarse nocivo, la novedad ni me asusta ni me interesa. Todo está bien, muy bien…