Tengo ganas de
no sentir nada, de hecho creo que ya no siento nada, no puedo sentir dolor, ni
amor, ni calor ni frío, ya ni siquiera siento el cansancio, ni el sueño, ni el
hambre ni los resfriados. Se me está fusionando la vida con la insensibilidad
del más allá.
Tuve un miedo
que se convirtió en seguridad, y una seguridad que se convirtió en vacío, una necesidad
aún no comprendida y una infinidad de veces descrita. Si antes estuve sola por
dentro, ahora lo estoy en todas mis capas.
El anhelo se me
deshizo en el pensamiento y me ahogó los sentimientos, el estallido me transformó
en estrella y los siglos extinguieron mi existencia. Se me desgarró la piel, se
hicieron trizas las mariposas, Pandora me trajo los males y se llevó la
esperanza.
Mirar al fondo
o al trasfondo es solo cerrar los ojos, consentir escalofríos es solo inventar
castillos, hablar me cuesta aún más que meditar, caminar es flotar en
laberintos, reír es prácticamente mi exilio, mi condena, un suicidio.
Recordar… un
sacrificio, ni paz, ni alivio… un precipicio.
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