martes, 22 de junio de 2021

Avanzando en mí

En algunos días de sobriedad y soledad me he permitido conversar bastante conmigo misma. Descubrir puntos clave sobre mi estructura y mi evolución es complaciente, interesante, a veces incluso, sorprendente; se presenta como un productivo psicoanálisis.

De las primeras ideas que vinieron a mi cabeza últimamente, está el hecho de mis impases o fracasos. Observando en retrospectiva es claro que todo lo “malo” que me ha ocurrido, ha sido provocado por mí, es decir, jamás me ha pasado nada furtivo, ningún accidente, caída o molestia natural, cada una de mis heridas, dolores y consecuencias físicas, nacieron de mi propio descuido o autoflagelación, la vida me ha cuidado más de la cuenta, y parece que la única cosa nociva para mí he sido yo misma, no ha habido nada externo que me haya dañado jamás, si no hubiese sido por mí, tendría una salud totalmente estable. Este es un punto bastante lamentable, pero que afortunadamente ya logré ver por fin.

Otro asunto que ha llamado mi atención es mi capacidad para perder el foco de alguna actividad, como por ejemplo asistir a un concierto y no disfrutar siquiera las bandas por disfrutar otros tipos de diversión en ese contexto. Este aspecto puede verse más comúnmente en la sociedad, con la frase: “Iba a hacer tal cosa, pero terminé haciendo tal otra”. Sin embargo, es algo que me cuestiona y me incomoda, porque en mi línea de perfeccionismo, eso no debería ser así, cada objetivo debería ser cumplido conforme a sus exigencias, sin desvíos, sin excusas, sin aplazamientos, es algo para seguir trabajando.

Beber, drogarse, mantener alguna adicción, siempre ha sido la consecuencia de algo que no se acepta o una manera huir de algo o de alguien. Y mi pregunta es: ¿De qué o de quién huyo? Esa cuestión hasta este mismo instante la sigo analizando. Hace unos días pensaba: Cuando bebo soy extrovertida, sociable, llamativa; cuando estoy sobria soy callada, ensimismada y prácticamente asocial; entonces supuse que no aceptaba mi introversión y por eso bebía. Hoy ya no lo veo tan claro. Se trata de dos personalidades que se rechazan absolutamente y se avergüenzan la una de la otra, no puedo decir cuál soy yo realmente; de un lado quiero reír, conversar y estar rodeada de gente y escándalo; de otro, quiero pensar, analizar en silencio, que nadie me hable, me escriba o se me acerque de alguna manera. Frente a la pregunta planteada: ¿De qué o de quién huyo?, es evidente que huyo de mí misma, pero ¿De cuál de estos dos lados es que huyo, y cuál soy yo realmente? Aquí sí hay un meollo delicado que necesitará tiempo de análisis.

Ya con respecto a asuntos más tangibles, puedo hablar de mi autocontrol. Siento que es algo en lo que he avanzado satisfactoriamente, parece que mi piloto automático ya obedece con mayor rigor a las decisiones que he tomado conscientemente: menos alcohol, cero drogas, cero sexo, y cero noviazgos improvisados en medio de la loquera, personas en mi casa, preferiblemente ninguna; esas han sido mis decisiones y las he mantenido en mis estados de ebriedad; me voy sintiendo cada vez más orgullosa de mi coherencia. Eso me lleva a pensar entonces, que quien soy realmente, es la chica introvertida y solitaria, a tener en cuenta.

Cuando era joven se notaba nítidamente que mi personalidad se encaminaba a lo extremo, a llevar todo hasta las consecuencias penúltimas antes de la caída, a tocar el borde, a equilibrarme en el filo de la navaja; hoy en día ya no me siento así, me siento más asocial, más obsesiva dentro de lo simple, con mayor desidia por la emoción. ¿Se trataba entonces sólo ímpetus adolescentes? No lo sé. Dentro de mí todavía hay algo sin límites, algo del orden sociópata e incluso psicópata, pensamientos oscuros, anhelos sangrientos; pero mi mente lo controla cada vez mejor, no me siento con ganas de ser una asesina sin hogar, en peligro y sin futuro, quiero vivir tranquila. No soy lo que creí que era, y a medida que pasa el tiempo me cuesta más trabajo comprender lo que soy, menuda diligencia.

En este momento sólo puedo decir que estar sin pareja ha sido una de las mejores cosas que me ha pasado en la vida, algo absolutamente nuevo y tranquilo para mí, algo que no abandonaré fácilmente. Por fin siento que me amo, que me empiezo a conocer, a reconocer, a aceptar y a perfeccionar, este tiempo es invaluable. Esto es sólo el principio, pero es un gran principio.

Me quedan por ahora dos cuestiones pendientes: 1. Si estoy bebiendo frecuentemente desde los 13 años, ¿Significa que la mayoría del tiempo he sido solo un disfraz? 2. ¿Cómo estará tomando mi inconsciente el hecho de no tener sexo, habrá consecuencias negativas?

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