Acabo de verlo…
acabo de hablarle… es lo que deseaba hace tiempo: enfrentarlo, saber qué me
producía mirarlo a los ojos. Es un ser supremamente extraño… efímero,
intangible e incomprensible. Dice que yo hice eso. Me alegra saber que lo
marqué, me duele saber que lo dañé. Me pesa un poco su dolor, nooo, me pesa
mucho; su dolor y su historia son los karmas que cargo.
Él casi me
mata, literalmente; pero yo… yo lo maté mentalmente, maté todo lo que tenía
dentro, yo acabé con él, con sus sentimientos, con su fututo. Mis golpes
pasaron, los morados desaparecieron, pero sus marcas… su locura… la conciencia
me pesa. Creo que el daño mental que le hice supera los maltratos físicos que
me otorgó.
Mi eterna huella,
mis mejores días, mis peores horas, el infierno fusionado con el cielo, la
totalidad, el vacío, el todo, la nada, la felicidad, el odio, el dolor, las
emociones viscerales que me hicieron sentir tan supremamente viva para sentirme
en el más allá.
Fernando, que
dios te bendiga, si existe, y ya que crees en él. Te voy a recordar siempre,
voy a extrañar por el resto de mis días lo hermoso que viví contigo, tus
sonrisas, tu anhelo por mí, tus elogios incondicionales, tu idea de mi
perfección, tu entrega, tu amorosa y enferma obsesión. Nadie me amó así, nadie
me amará así, y a nadie, nunca, jamás en esta vida amaré así.
Me pregunto, si
dios existe, por qué nos hizo esto, por qué dejó que nos hiciéramos esto… Por
qué? Por qué?...
Fernando hasta
la muerte… y más allá…
Te amo… siempre
te amaré.
Dios, universo,
destino, o lo que sea… ¿por qué me hiciste esto?
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