jueves, 19 de julio de 2012

Escribir hasta morir

Una noche, un destino, una soledad, muchas dudas, unos cuantos sueños, la realidad, mi utopía. Una vida, un eterno sufrimiento, un anhelo de felicidad, un vacío, una nada, la necesidad de un todo. Mi ser tan inexplicablemente presente, tan efímeramente persistente, tan dolorosamente ausente. Mi esperanza, mi desengaño, la espera por la muerte, la ilusión de la vida, la contrariedad, la ansiedad, mi locura. Nadar en el fuego, quemarme en el agua, ahogarme en el viento, enterrarme en el tiempo, buscarme en el cielo, confrontarme en el infierno, reiterar en mi anhelo, encontrarme en el miedo. Querer, amar, odiar, esquivar… Huir, persistir, sacudir, insistir… Perder, ganar, implorar, añorar… Resignarme a no tener, acostumbrarme a apostar… Obsesionarme con el lúgubre intento de sanar, de vivir, de reir, de no llorar; suplicar por ser feliz… Abstraerme, perderme, culparme, invocarme, aplastarme e intentar resucitarme. Carencia, sobra, límites en la sombra, exceso de reinventarme, fatiga de reinstaurarme. Un silencio, una pequeña parte del universo… Solo un suspiro, solo un latido, solo un instante, solo mi arte. Aquí mi esencia, aquí mi ausencia, mi dolor, mi clemencia, mi ilusa persistencia…

Desesperación, ganas de escribir hasta morir, ganas de morir para escribir… Inestabilidad, formas, visiones, borrones… letras, palabras, frases, incoherencias poéticamente sueltas, muertas… Como yo, como mi mundo. Me encuentro en mis sueños, en mis desvelos, en mis trastornos, en mis trasfondos… No paro, no encajo, no vivo… No hallo, y evidentemente, tampoco me hallo. Pido un sueño, eternamente incierto, extrañamente cierto… pido un instante, quiero mirarme, busco encontrarme, sueño inventarme…

viernes, 6 de julio de 2012

Una ilusión de oportunidad

¿Qué hice? Acabo de venderle mi alma al diablo, acabo de confesar mis dolores, acabo de profesar mis amores. Increíblemente él está en mi sala, tratando de dormir, tratando de asimilar todo lo que le vomité, o simplemente, tratando de ignorarlo. Le dije la verdad, pedí su perdón… creo que es un gran paso antes de acabar con todo. No sé si me perdone, ahora no importa mucho al lado de mi inhóspita transparencia, sólo importa haberme desahogado, sólo importa haberlo enfrentado… a él: al que siempre temí, al que siempre anhelé; a él tan fantasma, a él tan temidamente real. Lloré sobre su inexistencia noches enteras… Hoy lloré sobre su hombro… Hoy… finiquité. Hoy salvé un poco de mi inconsciente… perdí el resto… no importa. Perdí la vida que ya no tenía, perdí el mundo que ya no quería. Hoy volví a perderme, hoy traté de ganarme… Hoy se acumulan las deudas y las ganancias… Me evaporo como agua en el infierno… me diluyo como sal en la brisa… Me pierdo, no sé qué gano. No sé si gano. Creo que nada; yo siempre pierdo. Hoy perdí mi secreto, mi silencio, mi tumba… No importa… Si gano su paciencia, su tranquilidad, su respeto, habré hecho todo bien, no importa, ya nada importa… Sólo él, y un poco yo, pero principalmente él. Dí todo por él, daría todo por él. La verdad me tranquiliza, ahora puedo perder el resto, ahora sí puedo morir… Amén, que así sea y así será.

domingo, 1 de julio de 2012

Perdón

Fer, perdón, perdón por haberte vuelto adicto al alcohol, a las anfetaminas, a la cocaína… Perdón por haberte enloquecido, perdón… Yo sé que nisiquiera tengo perdón ni de dios ni del diablo.

Por esas maricaditas varias Juan Antonio está muerto. Por mucho perdón que pida, Fer jamás volverá a ser normal, por mucho perdón que implore, Juan Antonio nunca resucitará.

Juanan se mató por mi culpa, yo lo maté. Yo maté a mi mejor amigo, ya nisiquiera me quedan sus cenizas. Siempre llegué tarde: a su suicidio, a su entierro, al retiro de sus restos; lo dejé sólo; le mostré el infierno y lo dejé solo, igual que a Fer.

Perdón… perdón… perdón…

Milésima parte

Acabo de verlo… acabo de hablarle… es lo que deseaba hace tiempo: enfrentarlo, saber qué me producía mirarlo a los ojos. Es un ser supremamente extraño… efímero, intangible e incomprensible. Dice que yo hice eso. Me alegra saber que lo marqué, me duele saber que lo dañé. Me pesa un poco su dolor, nooo, me pesa mucho; su dolor y su historia son los karmas que cargo.

Él casi me mata, literalmente; pero yo… yo lo maté mentalmente, maté todo lo que tenía dentro, yo acabé con él, con sus sentimientos, con su fututo. Mis golpes pasaron, los morados desaparecieron, pero sus marcas… su locura… la conciencia me pesa. Creo que el daño mental que le hice supera los maltratos físicos que me otorgó.

Mi eterna huella, mis mejores días, mis peores horas, el infierno fusionado con el cielo, la totalidad, el vacío, el todo, la nada, la felicidad, el odio, el dolor, las emociones viscerales que me hicieron sentir tan supremamente viva para sentirme en el más allá.

Fernando, que dios te bendiga, si existe, y ya que crees en él. Te voy a recordar siempre, voy a extrañar por el resto de mis días lo hermoso que viví contigo, tus sonrisas, tu anhelo por mí, tus elogios incondicionales, tu idea de mi perfección, tu entrega, tu amorosa y enferma obsesión. Nadie me amó así, nadie me amará así, y a nadie, nunca, jamás en esta vida amaré así.

Me pregunto, si dios existe, por qué nos hizo esto, por qué dejó que nos hiciéramos esto… Por qué? Por qué?...

Fernando hasta la muerte… y más allá…

Te amo… siempre te amaré.

Dios, universo, destino, o lo que sea… ¿por qué me hiciste esto?