jueves, 10 de marzo de 2016

Eterna manía depresiva

Silencio, soledad, tristeza. Recuerdo tantas imágenes, tantas palabras, tantas alegrías, pero también tantas decepciones. Nunca me ha gustado mucho esta sensación, he huido consiente e inconscientemente de permanecer demasiado tiempo conmigo misma.

De todo lo que tuve y lo que fui, recogí mi vida, recorrí un camino, construí un destino. No se puede estar muy cerca de alguien sin involucrar afectos, no es posible dar tanto apoyo sin deshacerse por dentro.

Cotidianamente me pierdo el horizonte, me ahogo en ilusiones basadas en el pasado y sedientas de futuro.

Quise no se más depresiva, quise ser fuerte y feliz a costa de lo que fuera, aunque fuera a costa mía, preferí dejar en otras manos las decisiones, preferí permanecer inmóvil para concentrarme en no caerme. Ha sido más simple no encargarme de mi, encargarse de un es una gran responsabilidad y al parecer yo todavía no soy lo suficientemente responsable.

Extraño los buenos momentos, estos y los otros, lamento no siempre estar segura de mis convicciones, el compromiso conmigo al parecer solo se trató de vivir el día a día con la ilusión del mañana, nunca hice mucho por el “pasado mañana”, nunca me esforcé al máximo por lograr mis metas o sueños a largo plazo, solo llevé mi emocionalidad al extremo. Desintegrarme y desgarrarme por años se convirtió en mi pasatiempo. 

No lo quise así más pero no funcionó… otra vez. Busco una utopía… la eterna manía depresiva.

martes, 1 de marzo de 2016

Rechazo a la monotonía

Hoy experimenté de nuevo el rechazo ya percibido, el deseo de poner distancias para supuestamente mejorar el suplicio, hoy me sentí personal y directamente rebatida por los caprichos, suyos, míos y de la historia atorada en el precipicio.

Pese a mis conversiones anteriormente analizadas, el momento se reitera como errores sin cabildo, como espacios aplastados por la idea del beneficio… quise dar mucho, más de lo que pude, quise poderlo todo, imposible tanta entrega… terminé hundiendo en mis anhelos aquel que pudo ser y estar lejos de mi desde sus cuentos.

Ahora que entiendo o al menos intento entender el rechazo a la monotonía y la rutina… me vuelvo a sentir y vivenciar claramente sola… triste… otra vez vuelvo a encarar la amarga y renuente pasión por la existencia sin trascendencia, vuelvo a recalcarme entre las culpas y el poco sentido de las progresiones.

Lo amé o al menos creí amarlo, entregué mi ser por él, fui sencilla, corta, simple, sin mentiras, sin clamores, con mi alma, mis colores… amé su inocencia, aposté por su paciencia… encontré la paz y la luz suficiente para comprender la necesidad de clemencia… suya, mía y de la historia que causalmente nos unía.

No quiero volver a estar cuando aquella figura que quiero proteger y cuidar insiste en subrayar su capacidad para sobrevivir sin mi fastidiosa y recurrente amistad… No quiero mendigar algo que en algún momento por derecho logré disfrutar…

Con todo mi amor… mis buenos deseos… y la utopía de apostar por lo perfecto, te bendigo, te venero, te dejo tu espacio, evidentemente sin mi esmero, sin tonterías y sin mis miedos, me hago a un lado deseando que el amor que puedas sentir lo disfrutes, lo valores y lo escuches…

Perdón por todo, gracias igual… No fui perfecta y tú tampoco… tengo más años… no busco cánticos… envío anhelos, me voy en silencio… sufro y añoro… lloró… quiero lo bueno… huyo del miedo. Un abrazo y un adiós… sin olvidar que fuiste y aún eres lo mejor que en lo últimos años me pasó. 

La utopía del hogar

Nunca imaginé que pudiera brindar algo parecido a un hogar, de hecho nunca pensé que pudiese otorgar algo medianamente cercano a una relación de pareja estable y respetuosa, estuve mucho tiempo considerando la triste idea que en algún momento mi madre me mencionó: “eres una perra, alcohólica y drogadicta y nunca nadie te va a querer ni a respetar”.

Después de haber creído vivenciar al “amor de mi vida” no contemplé que en otra oportunidad posterior, consolidara un compartir delimitado...

Ocurrió… en medio de mis salidas despreocupadas y sin sentimientos apabullados… lo conocí… compaginamos en muchos detalles y convinimos de manera inhóspita opciones de transferencia.

Compartimos espacios y tiempos excepcionales, indescriptiblemente bellos y diferentes… construimos un mundo para ambos, sin límites, con expectativas multiplicadas y elecciones sin medida, nos desbordamos en cariño e ideología… conseguimos una salida aparente a las represiones y repercusiones de la familia.

El velo se desplomó… la verdad se develó… los egos se contendieron y el andar al que le intenté abrir camino se convirtió en el enemigo de mi experiencia y mi imposición. 

Demasiado vieja y amargada para su mundo nuevo y explosivo, demasiado brusco y anonadado para mi triste andar ya sin motivos.

Violencia, racionalidades irracionales como consecuencia del dolor y los vestigios, vidas distintas, incomprendidas y juzgadas, cada una se instaló en la nutrición aparente del alivio.

Hoy, un vacío, un cuestionamiento por la entrega con suplicios, una indagación por el andar ante el precipicio… decisiones por mantener alejado el sacrificio… falta… sobra… exageraciones de cada análisis y capricho…

Tristeza… no tengo una respuesta… no tengo una actitud… nada… no tengo nada… solo un inicio… un final sin beneficios… dolor… el mismo dolor… con otro dolor… angustia, oscuridad y ansias por la finalidad. Otra vez yo… otra vez solo yo… otra vez sola yo.