Hoy experimenté
de nuevo el rechazo ya percibido, el deseo de poner distancias para
supuestamente mejorar el suplicio, hoy me sentí personal y directamente rebatida
por los caprichos, suyos, míos y de la historia atorada en el precipicio.
Pese a mis
conversiones anteriormente analizadas, el momento se reitera como errores sin
cabildo, como espacios aplastados por la idea del beneficio… quise dar mucho,
más de lo que pude, quise poderlo todo, imposible tanta entrega… terminé
hundiendo en mis anhelos aquel que pudo ser y estar lejos de mi desde sus
cuentos.
Ahora que
entiendo o al menos intento entender el rechazo a la monotonía y la rutina… me
vuelvo a sentir y vivenciar claramente sola… triste… otra vez vuelvo a encarar
la amarga y renuente pasión por la existencia sin trascendencia, vuelvo a
recalcarme entre las culpas y el poco sentido de las progresiones.
Lo amé o al
menos creí amarlo, entregué mi ser por él, fui sencilla, corta, simple, sin
mentiras, sin clamores, con mi alma, mis colores… amé su inocencia, aposté por
su paciencia… encontré la paz y la luz suficiente para comprender la necesidad
de clemencia… suya, mía y de la historia que causalmente nos unía.
No quiero
volver a estar cuando aquella figura que quiero proteger y cuidar insiste en
subrayar su capacidad para sobrevivir sin mi fastidiosa y recurrente amistad…
No quiero mendigar algo que en algún momento por derecho logré disfrutar…
Con todo mi
amor… mis buenos deseos… y la utopía de apostar por lo perfecto, te bendigo, te
venero, te dejo tu espacio, evidentemente sin mi esmero, sin tonterías y sin
mis miedos, me hago a un lado deseando que el amor que puedas sentir lo
disfrutes, lo valores y lo escuches…
Perdón por
todo, gracias igual… No fui perfecta y tú tampoco… tengo más años… no busco
cánticos… envío anhelos, me voy en silencio… sufro y añoro… lloró… quiero lo
bueno… huyo del miedo. Un abrazo y un adiós… sin olvidar que fuiste y aún eres
lo mejor que en lo últimos años me pasó.
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