Silencio, soledad, tristeza. Recuerdo tantas imágenes,
tantas palabras, tantas alegrías, pero también tantas decepciones. Nunca me ha
gustado mucho esta sensación, he huido consiente e inconscientemente de
permanecer demasiado tiempo conmigo misma.
De todo lo que tuve y lo que fui, recogí mi vida, recorrí
un camino, construí un destino. No se puede estar muy cerca de alguien sin
involucrar afectos, no es posible dar tanto apoyo sin deshacerse por dentro.
Cotidianamente me pierdo el horizonte, me ahogo en ilusiones
basadas en el pasado y sedientas de futuro.
Quise no se más depresiva, quise ser fuerte y feliz a costa
de lo que fuera, aunque fuera a costa mía, preferí dejar en otras manos las
decisiones, preferí permanecer inmóvil para concentrarme en no caerme. Ha sido
más simple no encargarme de mi, encargarse de un es una gran responsabilidad y
al parecer yo todavía no soy lo suficientemente responsable.
Extraño los buenos momentos, estos y los otros, lamento no siempre
estar segura de mis convicciones, el compromiso conmigo al parecer solo se
trató de vivir el día a día con la ilusión del mañana, nunca hice mucho por el “pasado
mañana”, nunca me esforcé al máximo por lograr mis metas o sueños a largo
plazo, solo llevé mi emocionalidad al extremo. Desintegrarme y desgarrarme por
años se convirtió en mi pasatiempo.
No lo quise así más pero no funcionó… otra vez. Busco una
utopía… la eterna manía depresiva.
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