martes, 1 de marzo de 2016

La utopía del hogar

Nunca imaginé que pudiera brindar algo parecido a un hogar, de hecho nunca pensé que pudiese otorgar algo medianamente cercano a una relación de pareja estable y respetuosa, estuve mucho tiempo considerando la triste idea que en algún momento mi madre me mencionó: “eres una perra, alcohólica y drogadicta y nunca nadie te va a querer ni a respetar”.

Después de haber creído vivenciar al “amor de mi vida” no contemplé que en otra oportunidad posterior, consolidara un compartir delimitado...

Ocurrió… en medio de mis salidas despreocupadas y sin sentimientos apabullados… lo conocí… compaginamos en muchos detalles y convinimos de manera inhóspita opciones de transferencia.

Compartimos espacios y tiempos excepcionales, indescriptiblemente bellos y diferentes… construimos un mundo para ambos, sin límites, con expectativas multiplicadas y elecciones sin medida, nos desbordamos en cariño e ideología… conseguimos una salida aparente a las represiones y repercusiones de la familia.

El velo se desplomó… la verdad se develó… los egos se contendieron y el andar al que le intenté abrir camino se convirtió en el enemigo de mi experiencia y mi imposición. 

Demasiado vieja y amargada para su mundo nuevo y explosivo, demasiado brusco y anonadado para mi triste andar ya sin motivos.

Violencia, racionalidades irracionales como consecuencia del dolor y los vestigios, vidas distintas, incomprendidas y juzgadas, cada una se instaló en la nutrición aparente del alivio.

Hoy, un vacío, un cuestionamiento por la entrega con suplicios, una indagación por el andar ante el precipicio… decisiones por mantener alejado el sacrificio… falta… sobra… exageraciones de cada análisis y capricho…

Tristeza… no tengo una respuesta… no tengo una actitud… nada… no tengo nada… solo un inicio… un final sin beneficios… dolor… el mismo dolor… con otro dolor… angustia, oscuridad y ansias por la finalidad. Otra vez yo… otra vez solo yo… otra vez sola yo.

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