viernes, 24 de junio de 2016

Suerte en la muerte

Juan Antonio, actualmente no sé nada de ti ni del más allá, aparte de mis percepciones posiblemente acomodadas. Te extraño y me pregunto a diario, a dónde fuiste a parar, a dónde va la gente que se muere, a dónde vamos todos a parar.

Es quizá superyoico intentar responsabilizarme de los contextos en los que te acerqué al consumo de sustancias psicoactivas y alcohol. Un vez me dijiste que te avergonzaba, que era demasiado “dañada” para ti, me colgaste el teléfono, me dejaste de hablar por meses, luego me enteré de que estabas consumiendo cosas peores de las que yo te mostré, cosas a las que yo nunca jamás accedí…

Por aquella época además tuviste un hijo, con una nena que “nada que ver” contigo, un error, un absoluto desliz, una borrachera… de eso me quedaron dos cosas claras: la primera que detestabas lo que hiciste, y la segunda, que te habías convertido en un ser tan promiscuo que te hacías exámenes de Sida cada mes… así me lo contaste.

Me pregunté eventualmente si tendría alguna responsabilidad con respecto a ti y tu hundimiento… no me respondí nada.

Una vez compré un collar en una feria que me parecía bacano, y sin ninguna pretensión fui a visitarte. Estabas simplemente cerca… te gustó el collar, yo te lo regalé y decidí que compraría otro para que algo nos uniera… y así fue.

Fui para contigo una especie de novia, revuelta con amiga, sin sexo, con inocentes besos, eventualmente esperé tu llamada al teléfono fijo, tu voz, tu saludo bien que mal, amando mi existencia… no me defraudaste con respecto a eso nunca.

Luego de que se te pasó la pataleta sobre lo “mala” que era para ti, me invitaste una tarde a compartir con unos amigos tuyos… yo acepté… pero en medio de aquellos juegos infantiles con tendencias sexuales que se propusieron, sólo quise estar cerca del novio que tenía, se llamaba Fernando… invité a tus conocidos a disfrutar de una tarde en la Universidad, idea que no te llamó mucho la atención, pero debido a la convicción que ejercí sobre el resto de personas, debiste atenderla. Una vez allí fuera, decidiste no entrar, dijiste que no te interesaba, que luego hablábamos, yo pensé que si no querías estar era “normal”, sólo quería buscar a mi novio y te dije: “luego nos vemos”. Esa fue la última vez que te vi… “luego hablamos o luego nos vemos”… algo así… no recuerdo.

Como dos meses después, un sujeto que había conocido la última vez que te vi, me abordó para opinar: “qué fuerte lo que pasó con Juanan”. No comprendí… “¿Cómo que lo que pasó?”, pregunté. Sí, dijo él, “Qué fuerte que Juanan se haya suicidado!!!”…

"¿Suicidado?!!!", "Qué mala broma… qué irrespeto!, qué chiste tan malo!"… Su cara y sus palabras confirmaron que no era chiste: “Se suicidó nena”. En mi cabeza retumbaba eso de: “Se suicidó nena”, “Está muerto”… No podía ser… yo le había dicho a Juanan:“en estos días hablamos”. Esa información fue impactante, quizá más mí que para muchos… ese evento me ha cuestionado sobre bastantes acciones, sobre mi ser, sobre lo que quería o quiero ser… sobre lo que hice o dejé de hacer, sobre lo que puedo hacer o dejar de hacer.

Acerca del collar que una vez tuvimos en común, el cual es simbólicamente demasiado importante para mí, sé que del suyo nunca sabré nada, que el mío se lo presté a mi novio actual y lo perdió en la calle en un contexto de dilemas conmigo, justo el día de mi  cumpleaños. Sé que sólo me queda el vago recuerdo del aspecto físico de Juanan, el vestigio de su tono de su voz y la pregunta eterna sobre lo que influencié negativamente en él y sobre aquella tarde en la que intentó contarme algo, pero yo simplemente lo ignoré. Jamás sabré qué quería confiar en mí… si quería un consejo, una espera o una idea que le dijera que no tenía que morirse.

Es bueno sentir que él aún está de alguna manera… en mi mente o en mi corazón, con esperanzas o con culpas; es mi fuerza… mi alucinación, eso que no comprendo pero exprimo y acicalo, mi rayón, mi énfasis, mi castigo… lo que soy o lo que vagamente tambaleo para consolidar.

Notas al final: 
- Una vez su hermana me dijo que yo no le convenía.
- Cuando lo conocí, él no sabía nada de drogas, fui impactantemente criticada en varios espacios.
- Mientras creí que éramos medio novios, le regalé rosas rosadas y clonazepan 2 ml.
- Juanan se besó con una nena cercana a mi, lo cual me indignó muchísimo.
- Le gustaba “La oreja de van Gogh”, “Rammstein”, y “Ataque 77”.
- Me gustaría tener una foto suya, quizá saber sobre su (nuestro) collar, o conseguir uno parecido que me lo recordase. 

Valoro esos momentos en los que me acerqué e inicié esta construcción, sin embargo es supremamente triste comprender que si no lo hubiese abordado aquella mañana en el pueblo de Santa Rita, porque me pareció lindo y me recordó a alguien que había querido mucho, probablemente estaría vivo.

Suerte en la muerte… para esos, estos, y obviamente, para nosotros.

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