Juan Antonio, actualmente no
sé nada de ti ni del más allá, aparte de mis percepciones posiblemente
acomodadas. Te extraño y me pregunto a diario, a dónde fuiste a parar, a dónde va
la gente que se muere, a dónde vamos todos a parar.
Es quizá superyoico intentar responsabilizarme
de los contextos en los que te acerqué al consumo de sustancias psicoactivas y
alcohol. Un vez me dijiste que te avergonzaba, que era demasiado “dañada” para
ti, me colgaste el teléfono, me dejaste de hablar por meses, luego me enteré de
que estabas consumiendo cosas peores de las que yo te mostré, cosas a las que
yo nunca jamás accedí…
Por aquella época además
tuviste un hijo, con una nena que “nada que ver” contigo, un error, un absoluto
desliz, una borrachera… de eso me quedaron dos cosas claras: la primera que
detestabas lo que hiciste, y la segunda, que te habías convertido en un ser tan
promiscuo que te hacías exámenes de Sida cada mes… así me lo contaste.
Me pregunté eventualmente si
tendría alguna responsabilidad con respecto a ti y tu hundimiento… no me
respondí nada.
Una vez compré un collar en una feria que me parecía bacano, y sin ninguna pretensión fui a visitarte.
Estabas simplemente cerca… te gustó el collar, yo te lo regalé y decidí que
compraría otro para que algo nos uniera… y así fue.
Fui para contigo una
especie de novia, revuelta con amiga, sin sexo, con inocentes besos,
eventualmente esperé tu llamada al teléfono fijo, tu voz, tu saludo bien que mal, amando
mi existencia… no me defraudaste con respecto a eso nunca.
Luego de que se te pasó la pataleta
sobre lo “mala” que era para ti, me invitaste una tarde a compartir con unos
amigos tuyos… yo acepté… pero en medio de aquellos juegos infantiles con
tendencias sexuales que se propusieron, sólo quise estar cerca del novio que
tenía, se llamaba Fernando… invité a tus conocidos a disfrutar de una tarde en la
Universidad, idea que no te llamó mucho la atención, pero debido a
la convicción que ejercí sobre el resto de personas, debiste atenderla. Una vez allí fuera, decidiste no entrar, dijiste que no te interesaba, que
luego hablábamos, yo pensé que si no querías estar era “normal”, sólo quería
buscar a mi novio y te dije: “luego nos vemos”. Esa fue la última vez que te
vi… “luego hablamos o luego nos vemos”… algo así… no recuerdo.
Como dos meses después, un
sujeto que había conocido la última vez que te vi, me abordó para opinar: “qué fuerte
lo que pasó con Juanan”. No comprendí… “¿Cómo que lo que pasó?”, pregunté. Sí, dijo él, “Qué fuerte que Juanan se haya suicidado!!!”…
"¿Suicidado?!!!", "Qué mala broma…
qué irrespeto!, qué chiste tan malo!"… Su cara y sus palabras confirmaron
que no era chiste: “Se suicidó nena”. En mi cabeza retumbaba eso de:
“Se suicidó nena”, “Está muerto”… No podía ser… yo le había dicho a Juanan:“en
estos días hablamos”. Esa información fue impactante, quizá más mí que para
muchos… ese evento me ha cuestionado sobre bastantes acciones, sobre mi ser,
sobre lo que quería o quiero ser… sobre lo que hice o dejé de hacer, sobre lo
que puedo hacer o dejar de hacer.
Acerca del collar que una vez
tuvimos en común, el cual es simbólicamente demasiado importante para mí, sé
que del suyo nunca sabré nada, que el mío se lo presté a mi novio actual y lo
perdió en la calle en un contexto de dilemas conmigo, justo el día de mi cumpleaños. Sé que sólo me queda el vago
recuerdo del aspecto físico de Juanan, el vestigio de su tono de su voz y la
pregunta eterna sobre lo que influencié negativamente en él y sobre aquella
tarde en la que intentó contarme algo, pero yo simplemente lo ignoré. Jamás sabré
qué quería confiar en mí… si quería un consejo, una espera o una idea que le dijera
que no tenía que morirse.
Es bueno sentir que él aún
está de alguna manera… en mi mente o en mi corazón, con esperanzas o con culpas;
es mi fuerza… mi alucinación, eso que no comprendo pero exprimo y acicalo, mi
rayón, mi énfasis, mi castigo… lo que soy o lo que vagamente tambaleo para
consolidar.
Notas al final:
- Una vez su
hermana me dijo que yo no le convenía.
- Cuando lo conocí, él no sabía
nada de drogas, fui impactantemente criticada en varios espacios.
- Mientras creí que éramos medio
novios, le regalé rosas rosadas y clonazepan 2 ml.
- Juanan se besó con una nena
cercana a mi, lo cual me indignó muchísimo.
- Le gustaba “La oreja de van
Gogh”, “Rammstein”, y “Ataque 77”.
- Me gustaría tener una foto
suya, quizá saber sobre su (nuestro) collar, o conseguir uno parecido que me lo
recordase.
Valoro esos momentos en los que me acerqué e inicié esta
construcción, sin embargo es supremamente triste comprender que si no lo
hubiese abordado aquella mañana en el pueblo de Santa Rita, porque me pareció lindo y me recordó a alguien que había querido mucho,
probablemente estaría vivo.
Suerte en la muerte… para
esos, estos, y obviamente, para nosotros.
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