martes, 31 de marzo de 2020

Actualización

Sí, logré reírme mucho, un montón, cantar, saltar en los charcos bajo la lluvia, correr mientras el viento se sentía fuertemente en el rostro. Logré inventar historias que dejo para el recuerdo, logré escuchar otro montón de eventos que traté de acompañar. Fui muy feliz, muchísimo, poco tiempo, pero valió la pena, absolutamente la pena. En general lo que hice fue aprender a los tumbos, equivocándome y exponiendo mi vida en los peligros de la calle casi todos los días, de ahí quedaron duras experiencias pero también un sinnúmero de conocidos y de novedades que fortalecieron mi existencia. ¿Arrepentirme? No lo creo, hubiese preferido no pasar por algunos momentos, pero igual, salí ilesa, y no sería lo que soy sin eso, así que sin arrepentimientos. ¿Omitir personas? No estoy segura, hace poco me vi empujada a llegar hasta ese punto, sin embargo, sin algunos seres no tendría la postura realista que ahora me acompaña, afortunadamente. Los desgraciados y desgraciadas que me dañaron, pues vivan, vivan como lo hago yo, aunque espero que pagando todo, como posiblemente yo pago los daños que ocasioné. Mientras tanto, también me queda sonreír por las partes geniales, por los amigos, por los abrazos, los conciertos, las locuras, las borracheras, las alegrías colectivas, esos momentos que fueron el alimento para levantarse cada mañana, la calle, las risas, las ocurrencias, las tonterías adolescentes. Traté de ser lo menos mala posible, sufrí pero también aporté, dejo mi legado, y retomo lo que es dado para mí. Viví bien.


martes, 24 de marzo de 2020

La Felicidad

La felicidad, sí la conocí, no dura mucho, pero la conocí, quizá sólo la viví un momento, un momento específico que recuerdo claramente, tenía juventud, salud, trabajo, libertad y un hombre maravilloso a mí lado, recuerdo que era diciembre de 2013, y recuerdo que la sentí caminando por el paseo Carabobo, viendo alumbrados y yendo hacía Aranjuez a divertirme. En ese instante todo se me hizo maravilloso, deslumbrante, increíble, miré hacia el cielo despejado y oscuro y salté en repetidas ocasiones mientras abrazaba a mi dulce compañía; lo tengo grabado en mi memoria, y recordar que fui feliz realmente me genera tranquilidad, al menos no moriré sin haberme sentido plena.

Los años han pasado y después de tantas experiencias, de ahí en adelante, sólo he vivido momentos de resignación, tal vez de aceptación, de quedarme con lo menos peor, de sonreír porque todo está relativamente bien, porque estoy viva, quizá, porque tengo lo necesario, más nada del otro mundo. Me he pasado desde entonces entre nostalgias por el pasado e intentos de construir un deslumbrante futuro, eso último no se me ha dado, el presente sigue siendo el plano transcurrir de respirar, comer y dormir, no hay nada excepcional ni desbordantemente feliz, agradezco que después de graves quebrantos de salud he vuelto a levantarme, eso me da fuerza. Sin embargo, elegir vivir o morir no tiene mucha diferencia en realidad. Las cosas, las rosas, simplemente están ahí y ahí seguirán.

Me doy cuenta de cuándo fui feliz ahora que no siento nada, ahora que veo con claridad los engaños de felicidad que yo misma creé, los días que intenté sentirme maravillada, cuando en verdad no lo estaba, exageré mi dicha para no sentirme frustrada, me inventé historias nuevas y les di más valor del que tenían. Mi felicidad fue cuando fue y estoy segura de lo que sentí, eso no ha vuelto y si no vuelvo a sentir eso o algo superior, jamás será felicidad.


sábado, 14 de marzo de 2020

Raíces de vida y muerte


Se aprende


Se aprende, se aprende que uno nunca llega conocer a las personas, que mientras más se muestran de una forma, más distintas son por dentro. Confiar, volver a creer será más difícil cada vez, pues pocos seres llegan al punto de la hostilidad y traición que recién conocí. Alguien me declaró la guerra y es la peor escoria que había aparecido en mi vida hasta hoy.  Aprendí, aprendí que se pueden perdonar los errores del contexto, pero el desdén y el desagradecimiento posteriores no tienen perdón ni comprensión humana. Que lo perdone la vida porque yo sólo siento asco y deseo de que pague por la porquería de persona que es. Lo imagino en su ataúd, pero antes siendo torturado fríamente, sin odio. Jamás hubo flores, ni cartas, ni elementos para grabar en la memoria, sólo fue mi escape y fue lo peor que encontré. Me produce vacío, una nada mugrosa y contaminada, la más grande decepción e indignación, el más grande desconsuelo y arrepentimiento. Ha sido el elemento más podrido que topé hasta el momento en mi vida. Sólo tristeza y humillación. Pero pagará. Que así sea y así será.