Sí, logré reírme mucho,
un montón, cantar, saltar en los charcos bajo la lluvia, correr mientras el
viento se sentía fuertemente en el rostro. Logré inventar historias que dejo
para el recuerdo, logré escuchar otro montón de eventos que traté de acompañar.
Fui muy feliz, muchísimo, poco tiempo, pero valió la pena, absolutamente la
pena. En general lo que hice fue aprender a los tumbos, equivocándome y
exponiendo mi vida en los peligros de la calle casi todos los días, de ahí
quedaron duras experiencias pero también un sinnúmero de conocidos y de novedades
que fortalecieron mi existencia. ¿Arrepentirme? No lo creo, hubiese preferido
no pasar por algunos momentos, pero igual, salí ilesa, y no sería lo que soy
sin eso, así que sin arrepentimientos. ¿Omitir personas? No estoy segura, hace
poco me vi empujada a llegar hasta ese punto, sin embargo, sin algunos seres no
tendría la postura realista que ahora me acompaña, afortunadamente. Los
desgraciados y desgraciadas que me dañaron, pues vivan, vivan como lo hago yo,
aunque espero que pagando todo, como posiblemente yo pago los daños que
ocasioné. Mientras tanto, también me queda sonreír por las partes geniales, por
los amigos, por los abrazos, los conciertos, las locuras, las borracheras, las
alegrías colectivas, esos momentos que fueron el alimento para levantarse cada
mañana, la calle, las risas, las ocurrencias, las tonterías adolescentes. Traté
de ser lo menos mala posible, sufrí pero también aporté, dejo mi legado, y
retomo lo que es dado para mí. Viví bien.
martes, 31 de marzo de 2020
martes, 24 de marzo de 2020
La Felicidad
La felicidad, sí la conocí, no dura mucho, pero la conocí, quizá
sólo la viví un momento, un momento específico que recuerdo claramente, tenía
juventud, salud, trabajo, libertad y un hombre maravilloso a mí lado, recuerdo
que era diciembre de 2013, y recuerdo que la sentí caminando por el paseo
Carabobo, viendo alumbrados y yendo hacía Aranjuez a divertirme. En ese
instante todo se me hizo maravilloso, deslumbrante, increíble, miré hacia el
cielo despejado y oscuro y salté en repetidas ocasiones mientras abrazaba a mi
dulce compañía; lo tengo grabado en mi memoria, y recordar que fui feliz
realmente me genera tranquilidad, al menos no moriré sin haberme sentido plena.
Los años han pasado y después de tantas experiencias, de
ahí en adelante, sólo he vivido momentos de resignación, tal vez de aceptación,
de quedarme con lo menos peor, de sonreír porque todo está relativamente bien,
porque estoy viva, quizá, porque tengo lo necesario, más nada del otro mundo.
Me he pasado desde entonces entre nostalgias por el pasado e intentos de
construir un deslumbrante futuro, eso último no se me ha dado, el presente
sigue siendo el plano transcurrir de respirar, comer y dormir, no hay nada
excepcional ni desbordantemente feliz, agradezco que después de graves
quebrantos de salud he vuelto a levantarme, eso me da fuerza. Sin embargo, elegir
vivir o morir no tiene mucha diferencia en realidad. Las cosas, las rosas,
simplemente están ahí y ahí seguirán.
Me doy cuenta de cuándo fui feliz ahora que no siento nada,
ahora que veo con claridad los engaños de felicidad que yo misma creé, los días
que intenté sentirme maravillada, cuando en verdad no lo estaba, exageré mi dicha
para no sentirme frustrada, me inventé historias nuevas y les di más valor del
que tenían. Mi felicidad fue cuando fue y estoy segura de lo que sentí, eso no
ha vuelto y si no vuelvo a sentir eso o algo superior, jamás será felicidad.
sábado, 14 de marzo de 2020
Se aprende
Se
aprende, se aprende que uno nunca llega a conocer a las personas, que mientras
más se muestran de una forma, más distintas son por dentro. Confiar, volver a
creer será más difícil cada vez, pues pocos seres llegan al punto de la
hostilidad y traición que recién conocí. Alguien me declaró la guerra y es la
peor escoria que había aparecido en mi vida hasta hoy. Aprendí, aprendí que se pueden perdonar los
errores del contexto, pero el desdén y el desagradecimiento posteriores no
tienen perdón ni comprensión humana. Que lo perdone la vida porque yo sólo
siento asco y deseo de que pague por la porquería de persona que es. Lo imagino
en su ataúd, pero antes siendo torturado fríamente, sin odio. Jamás hubo
flores, ni cartas, ni elementos para grabar en la memoria, sólo fue mi escape y
fue lo peor que encontré. Me produce vacío, una nada mugrosa y contaminada, la
más grande decepción e indignación, el más grande desconsuelo y arrepentimiento.
Ha sido el elemento más podrido que topé hasta el momento en mi vida. Sólo
tristeza y humillación. Pero pagará. Que así sea y así será.
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