Me siento aún
un poco aturdida mentalemente, absorta y confundida con la realidad.
Tengo muchos
pensamientos en la cabeza, cascadas de imágenes y de recuerdos, tropezones,
saltos al vacío y vuelos programados. Me duele la vida pero el cielo me sonríe,
ahora tengo una ilusión con visos de elefantes rosados y de escaleras
flotantes.
Tengo un sueño
cumplido y una apuesta por el futuro, también tengo una duda, un sinsentido y
una incredulidad.
Se me mezclan
los cómos y los por qués, se me confunden los colores y siento escalofríos en
la espalda… un poco de náuseas. No me queda claro nada, pero sigo caminando
entre las sombras. No he parado y no quiero hacerlo, prefiero caerme, prefiero
perderme.
Muchos signos
de interrogación, pausa y mente en blanco, movimiento o quietud, decisión
insolente pero trascendente. Me rodea el frío y lo dejo entrar, rechazo el sol
y apago la luz, me enamoro de mi interior…
Y si… Y si esto...
y si lo otro… y si nada… Entonces nada, ni importa, y si importa, no siempre
importará… “no siempre lloverá”.
Este lugar es
muy frío y solitario, parece hecho a mi medida, en días como este solo quiero
estar aquí, pensar, escribir, darme el tiempo para existir, ignorar lo que no
quiero percibir. Mi burbuja a veces me
asfixia, pero yo la creé, la llené de amor y odio y no la quiero desaparecer.
Adicta total su oxígeno, a su contaminación, adicta a mi mundo en lo mejor y en
lo peor. ¿Y si se trata sólo de una maldición?
Que corra la
sangre y llegue al mar por las alcantarillas; que mute a las ratas para que
puedan matarse entre ellas, o comerse unas a otras, o simplemente envenenarse
para seguirme mordiendo… alimentando a mi monstruo.
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