lunes, 1 de junio de 2020

Aquella nostalgia


A veces me siento un poco confundida, perdida, en una especie de zona límbica que aún no comprendo bien: tratando de elaborar un duelo, buscando mi propio espacio mental y asumiendo una nueva relación. He hablado de esto con “la novedad”, se lo he manifestado, le he explicado lo difícil que es empezar algo sin haber terminado lo anterior, sin haber tenido tiempo para visualizar aciertos y errores, para hacer balances, para introyectar los análisis propios y proyectarse mejor como persona y como pareja. Quise haber tenido ese tiempo de reflexión sin que nadie apareciera, pero no fue así, ese tiempo lo estaba cultivando, y a pesar de mi sensación de vacío y soledad, prácticamente, lo estaba disfrutando; estaba contenta por poder retomar espacios personales, por conocer nuevas amistades, por visitar nuevos lugares; en ese momento no quería nada más que estar conmigo misma, no quería nada más que reconocerme y quererme. Encontrarme con alguien nuevo fue parte de las circunstancias temporales, de los ires y venires de mi propia identidad, compartir con “ese” de entrada, no fue más que un momento de distracción, un inocente saludo sin pretensiones de nada, una apuesta que siempre hago exclusivamente para perder, para poder escapar; ganar me ha causado angustia, ganar es raro, además, ganar me carga con una vida que no sé si estoy preparada para asumir, ganar es perder un poco, quizá perderlo todo, ganar “un otro” es perderme. Sin embargo, todo esto no pasó sólo porque “ese” o el destino lo provocaran, también pasó por mí, no soy una víctima, soy absolutamente responsable de mi propia dulzura y seducción, de mi propia esperanza y acción. Luego todo esto nos atropelló, sin premeditar, sin avisar, sin masticar; de un momento a otro alguien entró en el espacio que estaba despejando para mí sola, en el salón que intentaba asear de los vestigios de mi ex - lindo para mudarme conmigo misma, de un momento a otro “ese” ya estaba ahí con todo su equipaje, mientras yo no podía estar nada más que absolutamente anonadada, quizá contenta y esperanzada, pero en resumidas cuentas: confundida. Y así me he sentido todo este tiempo, confundida y culpable, sobre todo cuando mi ex – lindo apareció adolorido y arrepentido, suplicando que regresara a su lado, me sentí injusta e irresponsable por haber dejado que un nuevo sentimiento se gestara en mi corazón abrigando aún anhelos por el pasado. Pese a las circunstancias, he tratado de analizar con cabeza fría y he concluido que nada de lo que pasó fue forzado, nada fue buscado ni elegido por venganza ni despecho, lo que pasó fue dulce y honesto, llegó y se quedó, y llegó con comprensión, con buenos tratos, con comunicación y confianza, llegó y aunque aún no he logrado erradicar la culpa y la confusión de mi conciencia por completo, tampoco he encontrado un argumento sólido para haber evitado que ocurriera, para haber huido, para no haberme dado la oportunidad de permitir que entrara a mi vida lo desconocido pero apetecido. Lo que tengo ahora es armónico, tiene futuro melódico, lo que tuve antes ya estaba demasiado desafinado e incluso convertido en un remix desadaptado. Me faltan muchas cosas por elaborar, no estoy segura de nada totalmente, extraño las cosas buenas que alguna vez tuve al lado del bello que había elegido inequívocamente para mi vida, pero igualmente valoro demasiado las cosas simples y delicadas que me rodean actualmente. Extraño lo que tuve pero no me imagino al lado de esa persona, no tengo opciones con mi hermoso, la única posibilidad sería quedarme sola. ¿Y quedarme sola huyéndole a lo bello que quiere rodearme y que de una u otra manera ya me pertenece?

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