Ahora
estoy sola… de nuevo… y como siempre, mi mente y mi corazón sólo me remiten al
pasado. Pienso mucho en Sebastián, sé que está súper perdido, del mundo, en las
drogas, no sé qué pasa por su mente o por su corazón, pero no puedo evitar
sentirme culpable, él no era un ángel, pero a mi lado conoció el camino al
infierno, y apenas nos alejamos lo empezó a recorrer sin perder un segundo. Me
encantaría poder acercarme y estar ahí para guiarlo, para mostrarle la maldad
sin tener que perder el horizonte, sin perder las metas y las ganas de vivir,
me muero por volver a contar con él, pero sobre todo que el contara conmigo,
que confiara en mí; no quiero que termine en la basura y siendo una basura, eso
no es lo que él querría si fuera conciente, demasiado vanidoso para no resaltar
su imagen y luchar por ser un ser humano envidiable, si se viera objetivamente
estoy segura que se arrepentiría de lo que se está haciendo, a él y los suyos,
pero principalmente a él, y de alguna manera a mí. Todavía lo tengo metido en
el corazón, muchísimo, más de lo que imaginaba, Alejandro fue importante en el
momento en que debía serlo pero ahora veo que no fue tan trascendente como en
bastantes instantes pensé, sí me enamoré, pero la única persona que abrió mi
corazón después de Fernando, la única persona que me devolvió la esperanza
precisamente en el amor fue Sebastián, la única persona que cuando vi parado en
el callejón de Banquú esperándome, me hizo sentir esas mariposas locas en el
estómago que solamente recordaba haber sentido por Fernando fue Sebastián. No
puedo pretender sacarlo de mi vida con mis constantes huidas a Roseé, mis
huidas hacia Alejandro. Hay gente que marca, y por lo general a mí me marcan
todas las personas que pasan por mi vida, tanto como yo marco para siempre la
vida de esas personas; y en este momento la cicatriz de Sebastián me duele, me duele muchísimo, me
duele por mí, pero me duele mucho más por él; no quiero que esté mal, si
estuviéramos juntos las cosas serían muy felices, de eso estoy segura, porque
él fue quien me devolvió la felicidad y yo fui quien por primera vez se la
mostró a él, una divertida felicidad que incluía caminar por el filo de la
navaja y que le dio los trucos para bajar al infierno por su propia cuenta sin
tener que quedarse ahí, subiendo al cielo más de las veces necesarias para
estar en la tierra y seguir vivos. Es difícil en este momento admitir que lo
perdí, que me perdió, que nos perdimos, él en el infierno y yo buscando el
camino al cielo. No debería llorar, pero lo hago, evidentemente deposité un
gran amor y una gran esperanza en Sebastián, quizá porque era bastante parecido
a Fernando, igual de petulante, pero igual de decidido y de seguro de sí mismo,
admirable, fuerte como quizás yo no lo era, de él pude haber aprendido muchas
cosas pero el tiempo fue muy corto, él si sabía manejar la ansiedad pero no
alcanzó a enseñarme sus trucos, sólo alcanzó a aprender algunos de los míos.
Hoy quisiera poder volver a abrazarlo, a besarlo, quisiera poder volver a hacer
el amor con él, no creo que eso pase jamás. Lamento que todo se haya ido al
carajo, lo lamento mucho, fue culpa de los dos, sólo de los dos, ni siquiera
fueron las circunstancias, hay que asumir las cosas, fue culpa de los dos, sólo
de los dos, tan compatibles que nos volvimos incompatibles, tan posesivos que nos volvimos insoportables,
igual que pasó con Fernando. Hoy en serio lo extraño demasiado, me siento sola,
y no me hace falta cualquiera, no me hace falta Alejandro, me hace falta Sebastián,
ni siquiera me hace falta Fernando, aunque creo que él será siempre el amor de
mi vida, es un amor que es parte de mi pasado, un amor que ya es sólo un
recuerdo, y que precisamente se convirtió únicamente en un recuerdo gracias a Sebastián.
Sebastián me devolvió la vida y luego me la quitó, y de paso se quitó su propia
vida, “nos mataste a los dos”, igual que Fernando. Estas tan cerca y a la vez
tan lejos, esta vez sólo depende de ti, yo estoy aquí, yo sigo aquí.
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