viernes, 19 de agosto de 2016

Ora por tí y por mí

No te voy a perdonar… no me voy a arrepentir… Púdrete con tus juicios, con tus menosprecios. Te amé demasiado, casi al límite de enloquecer por tu ausencia cuando era niña; fuiste todo para mí; fuiste lo único que acepté. Luego crecí. Antes de conocerme, me subvaloraste; elaboraste una historia sobre mí que creíste cierta… Siempre creíste saber demasiado, JAMÁS SUPISTE REALMENTE NADA MÍO, aunque aún te lo sigas creyendo. Mi odio superó los límites, mi odio fue el reflejo de nunca tener de ti lo que quise: RESPETO. Jamás pasó. Fuiste la peor decepción que tuve, aunque para ti siempre estaré equivocada y no comprenderé jamás lo buena madre que fuiste; morirás cubierta de inocencia, sin un milímetro de culpa, porque de corazón se supone que nunca quisiste dañarme sino darme lo mejor del mundo. Siempre serás una santa, víctima de mi revuelta; jamás asimilarás que no me escuchaste; para ti el error siempre será mío. Entonces ora… ora porque para ti nunca supe nada de nada… ora porque tú sí lograste ver la verdad mía y del mundo, ora por mí, ora porque para ti nunca supe dónde pararme… ora. Espero que haya alguien que entienda por qué me hiciste lo que me hiciste y ore por ti.

viernes, 24 de junio de 2016

Suerte en la muerte

Juan Antonio, actualmente no sé nada de ti ni del más allá, aparte de mis percepciones posiblemente acomodadas. Te extraño y me pregunto a diario, a dónde fuiste a parar, a dónde va la gente que se muere, a dónde vamos todos a parar.

Es quizá superyoico intentar responsabilizarme de los contextos en los que te acerqué al consumo de sustancias psicoactivas y alcohol. Un vez me dijiste que te avergonzaba, que era demasiado “dañada” para ti, me colgaste el teléfono, me dejaste de hablar por meses, luego me enteré de que estabas consumiendo cosas peores de las que yo te mostré, cosas a las que yo nunca jamás accedí…

Por aquella época además tuviste un hijo, con una nena que “nada que ver” contigo, un error, un absoluto desliz, una borrachera… de eso me quedaron dos cosas claras: la primera que detestabas lo que hiciste, y la segunda, que te habías convertido en un ser tan promiscuo que te hacías exámenes de Sida cada mes… así me lo contaste.

Me pregunté eventualmente si tendría alguna responsabilidad con respecto a ti y tu hundimiento… no me respondí nada.

Una vez compré un collar en una feria que me parecía bacano, y sin ninguna pretensión fui a visitarte. Estabas simplemente cerca… te gustó el collar, yo te lo regalé y decidí que compraría otro para que algo nos uniera… y así fue.

Fui para contigo una especie de novia, revuelta con amiga, sin sexo, con inocentes besos, eventualmente esperé tu llamada al teléfono fijo, tu voz, tu saludo bien que mal, amando mi existencia… no me defraudaste con respecto a eso nunca.

Luego de que se te pasó la pataleta sobre lo “mala” que era para ti, me invitaste una tarde a compartir con unos amigos tuyos… yo acepté… pero en medio de aquellos juegos infantiles con tendencias sexuales que se propusieron, sólo quise estar cerca del novio que tenía, se llamaba Fernando… invité a tus conocidos a disfrutar de una tarde en la Universidad, idea que no te llamó mucho la atención, pero debido a la convicción que ejercí sobre el resto de personas, debiste atenderla. Una vez allí fuera, decidiste no entrar, dijiste que no te interesaba, que luego hablábamos, yo pensé que si no querías estar era “normal”, sólo quería buscar a mi novio y te dije: “luego nos vemos”. Esa fue la última vez que te vi… “luego hablamos o luego nos vemos”… algo así… no recuerdo.

Como dos meses después, un sujeto que había conocido la última vez que te vi, me abordó para opinar: “qué fuerte lo que pasó con Juanan”. No comprendí… “¿Cómo que lo que pasó?”, pregunté. Sí, dijo él, “Qué fuerte que Juanan se haya suicidado!!!”…

"¿Suicidado?!!!", "Qué mala broma… qué irrespeto!, qué chiste tan malo!"… Su cara y sus palabras confirmaron que no era chiste: “Se suicidó nena”. En mi cabeza retumbaba eso de: “Se suicidó nena”, “Está muerto”… No podía ser… yo le había dicho a Juanan:“en estos días hablamos”. Esa información fue impactante, quizá más mí que para muchos… ese evento me ha cuestionado sobre bastantes acciones, sobre mi ser, sobre lo que quería o quiero ser… sobre lo que hice o dejé de hacer, sobre lo que puedo hacer o dejar de hacer.

Acerca del collar que una vez tuvimos en común, el cual es simbólicamente demasiado importante para mí, sé que del suyo nunca sabré nada, que el mío se lo presté a mi novio actual y lo perdió en la calle en un contexto de dilemas conmigo, justo el día de mi  cumpleaños. Sé que sólo me queda el vago recuerdo del aspecto físico de Juanan, el vestigio de su tono de su voz y la pregunta eterna sobre lo que influencié negativamente en él y sobre aquella tarde en la que intentó contarme algo, pero yo simplemente lo ignoré. Jamás sabré qué quería confiar en mí… si quería un consejo, una espera o una idea que le dijera que no tenía que morirse.

Es bueno sentir que él aún está de alguna manera… en mi mente o en mi corazón, con esperanzas o con culpas; es mi fuerza… mi alucinación, eso que no comprendo pero exprimo y acicalo, mi rayón, mi énfasis, mi castigo… lo que soy o lo que vagamente tambaleo para consolidar.

Notas al final: 
- Una vez su hermana me dijo que yo no le convenía.
- Cuando lo conocí, él no sabía nada de drogas, fui impactantemente criticada en varios espacios.
- Mientras creí que éramos medio novios, le regalé rosas rosadas y clonazepan 2 ml.
- Juanan se besó con una nena cercana a mi, lo cual me indignó muchísimo.
- Le gustaba “La oreja de van Gogh”, “Rammstein”, y “Ataque 77”.
- Me gustaría tener una foto suya, quizá saber sobre su (nuestro) collar, o conseguir uno parecido que me lo recordase. 

Valoro esos momentos en los que me acerqué e inicié esta construcción, sin embargo es supremamente triste comprender que si no lo hubiese abordado aquella mañana en el pueblo de Santa Rita, porque me pareció lindo y me recordó a alguien que había querido mucho, probablemente estaría vivo.

Suerte en la muerte… para esos, estos, y obviamente, para nosotros.

jueves, 10 de marzo de 2016

Eterna manía depresiva

Silencio, soledad, tristeza. Recuerdo tantas imágenes, tantas palabras, tantas alegrías, pero también tantas decepciones. Nunca me ha gustado mucho esta sensación, he huido consiente e inconscientemente de permanecer demasiado tiempo conmigo misma.

De todo lo que tuve y lo que fui, recogí mi vida, recorrí un camino, construí un destino. No se puede estar muy cerca de alguien sin involucrar afectos, no es posible dar tanto apoyo sin deshacerse por dentro.

Cotidianamente me pierdo el horizonte, me ahogo en ilusiones basadas en el pasado y sedientas de futuro.

Quise no se más depresiva, quise ser fuerte y feliz a costa de lo que fuera, aunque fuera a costa mía, preferí dejar en otras manos las decisiones, preferí permanecer inmóvil para concentrarme en no caerme. Ha sido más simple no encargarme de mi, encargarse de un es una gran responsabilidad y al parecer yo todavía no soy lo suficientemente responsable.

Extraño los buenos momentos, estos y los otros, lamento no siempre estar segura de mis convicciones, el compromiso conmigo al parecer solo se trató de vivir el día a día con la ilusión del mañana, nunca hice mucho por el “pasado mañana”, nunca me esforcé al máximo por lograr mis metas o sueños a largo plazo, solo llevé mi emocionalidad al extremo. Desintegrarme y desgarrarme por años se convirtió en mi pasatiempo. 

No lo quise así más pero no funcionó… otra vez. Busco una utopía… la eterna manía depresiva.

martes, 1 de marzo de 2016

Rechazo a la monotonía

Hoy experimenté de nuevo el rechazo ya percibido, el deseo de poner distancias para supuestamente mejorar el suplicio, hoy me sentí personal y directamente rebatida por los caprichos, suyos, míos y de la historia atorada en el precipicio.

Pese a mis conversiones anteriormente analizadas, el momento se reitera como errores sin cabildo, como espacios aplastados por la idea del beneficio… quise dar mucho, más de lo que pude, quise poderlo todo, imposible tanta entrega… terminé hundiendo en mis anhelos aquel que pudo ser y estar lejos de mi desde sus cuentos.

Ahora que entiendo o al menos intento entender el rechazo a la monotonía y la rutina… me vuelvo a sentir y vivenciar claramente sola… triste… otra vez vuelvo a encarar la amarga y renuente pasión por la existencia sin trascendencia, vuelvo a recalcarme entre las culpas y el poco sentido de las progresiones.

Lo amé o al menos creí amarlo, entregué mi ser por él, fui sencilla, corta, simple, sin mentiras, sin clamores, con mi alma, mis colores… amé su inocencia, aposté por su paciencia… encontré la paz y la luz suficiente para comprender la necesidad de clemencia… suya, mía y de la historia que causalmente nos unía.

No quiero volver a estar cuando aquella figura que quiero proteger y cuidar insiste en subrayar su capacidad para sobrevivir sin mi fastidiosa y recurrente amistad… No quiero mendigar algo que en algún momento por derecho logré disfrutar…

Con todo mi amor… mis buenos deseos… y la utopía de apostar por lo perfecto, te bendigo, te venero, te dejo tu espacio, evidentemente sin mi esmero, sin tonterías y sin mis miedos, me hago a un lado deseando que el amor que puedas sentir lo disfrutes, lo valores y lo escuches…

Perdón por todo, gracias igual… No fui perfecta y tú tampoco… tengo más años… no busco cánticos… envío anhelos, me voy en silencio… sufro y añoro… lloró… quiero lo bueno… huyo del miedo. Un abrazo y un adiós… sin olvidar que fuiste y aún eres lo mejor que en lo últimos años me pasó. 

La utopía del hogar

Nunca imaginé que pudiera brindar algo parecido a un hogar, de hecho nunca pensé que pudiese otorgar algo medianamente cercano a una relación de pareja estable y respetuosa, estuve mucho tiempo considerando la triste idea que en algún momento mi madre me mencionó: “eres una perra, alcohólica y drogadicta y nunca nadie te va a querer ni a respetar”.

Después de haber creído vivenciar al “amor de mi vida” no contemplé que en otra oportunidad posterior, consolidara un compartir delimitado...

Ocurrió… en medio de mis salidas despreocupadas y sin sentimientos apabullados… lo conocí… compaginamos en muchos detalles y convinimos de manera inhóspita opciones de transferencia.

Compartimos espacios y tiempos excepcionales, indescriptiblemente bellos y diferentes… construimos un mundo para ambos, sin límites, con expectativas multiplicadas y elecciones sin medida, nos desbordamos en cariño e ideología… conseguimos una salida aparente a las represiones y repercusiones de la familia.

El velo se desplomó… la verdad se develó… los egos se contendieron y el andar al que le intenté abrir camino se convirtió en el enemigo de mi experiencia y mi imposición. 

Demasiado vieja y amargada para su mundo nuevo y explosivo, demasiado brusco y anonadado para mi triste andar ya sin motivos.

Violencia, racionalidades irracionales como consecuencia del dolor y los vestigios, vidas distintas, incomprendidas y juzgadas, cada una se instaló en la nutrición aparente del alivio.

Hoy, un vacío, un cuestionamiento por la entrega con suplicios, una indagación por el andar ante el precipicio… decisiones por mantener alejado el sacrificio… falta… sobra… exageraciones de cada análisis y capricho…

Tristeza… no tengo una respuesta… no tengo una actitud… nada… no tengo nada… solo un inicio… un final sin beneficios… dolor… el mismo dolor… con otro dolor… angustia, oscuridad y ansias por la finalidad. Otra vez yo… otra vez solo yo… otra vez sola yo.