Otro día más, y de
nuevo mi cabeza gira cual carrusel, hoy no sé qué es lo que quiero y mucho
menos a quién quiero; de echo creo que, en primer lugar no quiero a nadie, y en
segundo, estoy segura de que sí sé que es lo que quiero: luchar por mis ideales
y por las cosas que me llenan como ser humano; el dilema es que una de las
cosas que me llenan es el amor, y de eso, en este momento, no veo ni la sombra,
o más bien veo tantas sombras que no existe ninguna claridad, un montón de imágenes
nubladas e indefinidas que rodean mi vida, mi cabeza y mi corazón, mi pasado y
mi presente, un millón de dudas en para mi futuro, sólo una certeza: lo que amo
y lo que hago, mi apuesta.
Mientras afuera llueve, en mi corazón pasa un
tornado imparable e incuantificable, un tornado que no sé cómo controlar, un
tornado que ni siquiera sé dónde ni cuándo se formó y mucho menos cuando
cesará, o si es que cesará. Ese tornado implica todo lo que siento y lo que
vivo en mi día a día, un día a día lleno de emociones fuertes y de acciones sin
límites y objetivamente sin moral, basadas únicamente en mi particular ética,
una ética hecha sólo por mí y para mí. Mi cabeza me divierte, pero muchas veces
me trastorna, apuesto cada segundo a vivir, apuesto cada segundo a morir.
No puedo negar que si alguien se ha divertido
en la vida de lo lindo, esa he sido yo; sin embargo, si se trata de mencionar a
alguien que haya sufrido en la vida dolores profundamente inimaginables, otra
vez mi nombre encabeza la lista; eso es inevitable con una vida tan
ambivalentemente extrema, se puede decir que yo sí que he vivido, tal vez por
eso me siento tan cansada en ocasiones, tan falta de esperanza y de intenciones
de seguir adelante, así deben sentirse por momentos los ancianos. Ahora ya no
tengo las ganas concientes de morirme que tenía cuando era adolescente, ahora
quiero aprender cada día más y hacer un montón de cosas que siempre he querido
hacer y otro montón que aún ni siquiera se me han ocurrido; pero a pesar de
esto, aunque ya no tengo ganas concientes de morirme, las ganas inconcientes se
hacen cada vez más fuertes, las cosas que hago me empujan a la muerte, tal vez
una muerte lenta o tal vez una muerte demasiado súbita para asimilarla en pocos
segundos y para cargársela a mi familia y a mis amigos.
A veces pienso que Camilito tiene razón al
afirmar que jamás he amado a nadie, que sólo amo mi reflejo en los demás, que
lo único que amo en la vida es que me amen, tal vez por eso mismo me convertí
en alguien supuestamente altruista, tal vez sólo hago lo que hago para recibir
reconocimiento, sin embargo, teniendo en cuenta mi narcisismo, me vasta y me
sobra con mi propio reconocimiento. Creo que siempre se ha tratado de sentirme
orgullosa de mí.
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