jueves, 13 de septiembre de 2012

Cuando las heridas están por dentro

Quizás soñé con mis miedos, quizás fueron mis anhelos, aún no lo sé, pero soñé con el dolor; tal vez con el dolor que me trastorna, a lo mejor fue la soledad, mi soledad aquí y allá, la tristeza de estar sin él para soñar sin él. ¿Puede ese sueño ser mi propia vida, mi futuro?

El dolor no me abandona, duerme bajo mi almohada, permanece en mi cerebro. El dolor es tan fuerte que busca una salida, solo la sangre que fluye de mi cuerpo permite que la tristeza respire; así el dolor vive mientras yo solo muero, y muero cada día más, y me ahogo entre la sangre, entre las llamas, entre las aguas de la vida misma que me rodea; creo que es demasiado para mí. Yo simplemente observo, lloro y sufro… sufro demasiado.

¿Cómo puede alguien así de débil nacer a enfrentar una vida que no es fácil para nadie?

Todos mueren y yo no, yo no muero pero lloro y es peor, porque lloro sangre, y la sangre es más roja, más espesa, y la sangre duele más al salir, y duele más cuando las heridas están por dentro, porque el cuerpo es más fuerte; mi alma nace, vive y muere débil, muere pronto mientras todos solo me observan, caminan o corren, tropiezan y caen, se levantan y siguen. Yo camino, tropiezo, caigo y solo espero la pacífica y amiga muerte, lenta pero segura. 

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