El
silencio es tan dulce como el desamor, la soledad es tan tibia como la sangre,
la oscuridad es tan amable como la luna, el dolor es tan necio como el veneno.
He
recordado lo negros que se volvieron sus ojos, la inocencia perdida, la
esperanza vacía. Una eterna lucha que mantiene para conseguir lo que no sabe si
le conviene, para no desfallecer ante la bruma, para mantener su supuesta luz
tras la penumbra.
Su alma
perdió el brillo, al igual que la mía.
Es
triste amar lo que se ha ido, principalmente cuando es la esencia la que se ha
extinguido, cuando el empaque permanece, pero en él solo ves a un desconocido.
El
tiempo es el que quisiera devolver, volver a tener lo que una vez amé, pero… y
mi experiencia? Eso quisiera ahora no perderlo, eso ha sido lo que me ha
fortalecido, mi tesoro, mi delirio, mi condena, mi exilio.
Que
viva o muera me es indiferente, años de haberlo dejado en un cementerio muy
visitado pero poco transitado. Lo que faltó o lo que sobró solo se sigue
haciendo necesario en aquel entonces, en el presente se concreta simplemente
inefectivo.
Pared,
animal o planta, solo tengo un nombre y una figura desvanecida, sin voz ni
alma, sin un suspiro, sin mí, sin él, sin un motivo. Quien es ese sujeto que a
veces veo y escasamente al que me dirijo? Un muerto en vida, una sombra
perdida, mi noche oscura, envilecida; un saludo, una despedida, un sacrilegio,
la sinsalida.
Ojos
oscuros, ya no brillan con alegría, ven y no miran. Así me veré yo? Espero al
menos ocultar mi poesía.
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