martes, 6 de noviembre de 2012

Un saludo de Gabriel

-        Ana, sabes que todo lo que está atravesando por tus sentidos tiene una razón de ser. Hace un tiempo corto te diste cuenta de que solo tienes que esperar. Yo sigo aquí contigo, te sigo cuidando, sigo buscando cada día el instante para visitarte, y créeme que lo encuentro aunque tú no lo sepas.
-        Gabriel, me haces falta, me hacen falta tus consejos, tu buen humor y tu coquetería, siempre me diste tranquilidad, cada día siento que me parezco más a Francesca, siento que me estoy perdiendo.
-        Ana, tú nunca serás como Francesca y lo sabes, tú siempre serás demasiado buena para parecerte a ella.
-        Pero es que no estás tú para escucharme, me siento tan sola. Con Fer ser fue la mitad de mi vida, y te fuiste tú, y se fue Francesca y se fue Ángela.
-        Pero nadie se ha ido, todos seguimos contigo, yo, Francesca, aunque la mayoría del tiempo tú no quieras saber de ella… Y Fer, Fer sigue contigo aunque él no lo sepa.
-        Gabriel, todo ha sido tan difícil, la relación con mi familia es tan desastrosa como siempre, aunque creo que más. Sé que tengo que esperar, que no puedo acercarme a Fer porque aún no es el tiempo, pero y mientras? Mientras siento que mi vida es un caos.
-        Ana, cada día de tu vida yo sigo contigo, Francesca también te cuida, entre los dos nos turnamos (risa), no desfallezcas; cada que podemos te enviamos avisos para que sepas que seguimos aquí y que así será para siempre, seas tú Ana o la que sea, sea yo Jerónimo o el que me toque, y si Francesca por cosas del destino muere, ella será la primera y la más indicada para buscarte.
-        Y Fer? Y si algo le pasa a Fer? Si se muere? No quiero esperar tanto por él, no quiero tener que volver a empezar.
-        No lo harás, será el mismo camino, y luego, a su debido tiempo lo sabrás.
-        Fer no me cree, ni siquiera recuerda lo que pasó con certeza, cree que todo fue un sueño, y lo recuerda como un sueño, por partes; y a mí me mira como al fantasma de esos sueños, con incredulidad, con miedo, me mira como la sombra de sus pesadillas. Y Juan Antonio, Gabriel, por qué no puedo hablar con Juan Antonio?
-        No puedes hablar con los muertos.
-        Pero nosotros podemos hacer de todo.
-        No de todo, sólo lo que nos ganamos, o lo que nos toca, o lo que aprendemos. Además, Juan Antonio está en otra etapa, ahora no tiene nada que ver contigo ni con lo que te rodea.
-        Tú lo sabes? Tú lo ves? Tú si puedes hablar con los muertos?
-        Cada quien hace lo que hace, sabes que no puedo responderte. El colmo ver tu brazo, pero eso es irrelevante, sólo son pequeñas huellas de tu dolor.
-        Hace rato no me hacía algo así, no quería.
-        No importa, estarás bien.
-        Quiero estar contigo allá, quiero que te quedes y no te vayas.
-        Yo estoy dentro de ti, vengo cada vez que puedo, yo también tengo una vida.
-        Eso no es verdad, si fueras normal no hubieras pasado tanto tiempo con Fer y conmigo, uno no se puede ausentar de su vida tanto tiempo.
-        Yo dije que tenía una vida, no que fuera normal. Ana, sabes que no es necesario desgastarse en esto, cada quien hace lo que debe hacer y esta donde debe estar.
-        Tú si estas vivo?
-        Ya te dije que tengo una vida, supongo que eso estar vivo, no crees?
-        Qué hay de mi hermana?
-        Por qué supones que sé de ella?
-        Yo sé que sí, no me enredes más en palabras.
-        Ella está bien, sabes que no te enredo, y sabes que sí estoy vivo, sólo que tú siempre quieres respuestas concretas, y la vida está hecha de construcciones, no de certezas. Aunque eso contradice un poco la teoría del destino, a no ser que el destino fuera una construcción (risa). Bueno no te enredo más.
-        Dile que puede escribirme, que le responderé y que la extraño.
-        Y ella a ti, sólo que está más acostumbrada, literalmente te lleva siglos de ventaja (risa).
-        Sí me imagino. Si ves? Ese era el sentido del humor que me hacía falta. Dejé de llorar, no sé en qué momento, y ahora tengo una sonrisota.
-        Lo sé. Sabes que no tengo que leerte. Te juro que cuando quieras recordarme la mayoría de las veces estaré ahí, aunque no lo sepas.
-        Más te vale.
-        Obvio, no me amenaces (risa). Ana, es tarde, tienes que descansar, tal vez tus sueños te muestren una Ana en el camino; debo irme por ahora.
-        Sí, yo sé. Gracias por venir, te voy a necesitar seguido, vas a seguir viniendo?
-        Siempre he venido, y lo seguiré haciendo; pero recuerda que las repuestas las tienes tú, y la calma debes obtenerla tú de tí misma, sólo así evolucionarás.
-        Ok, egocéntrico (risa).
-        (risa) No te discutiré, un besote y un abrazo mi hermosa Ana.

Marzo 14 de 2012, media noche, una hora cualquiera.
Gracias Gabriel, un beso.


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