Hoy me siento en un
limbo... Tengo un título universitario a escasos días. Pero ¿qué más tengo?...
Un novio que amé con toda mi alma, con todo mi corazón, un hombre que quería
conmigo el resto de mi vida, al final, un hombre que no sé si está. Sé que los
dos cometimos errores de táctica y estrategia: los días que lo amaba, él no
creía en mi amor, los días que me ama, ya no creo en su amor. Ahora me siento
sola, me siento así porque siento que un día de tantos días me levantaré una
vez más para escuchar que no me quiere ver, que no está seguro de si me ama,
que es mejor que estemos separados.
No tengo nada en mi
“familia”, nunca he tenido nada, nunca la he sentido como un punto de apoyo, ha
sido una institución económica y ante todo represora. Salgo todas las mañanas
del infiernito de mi hogar, buscando un pequeño cielo, siempre lo busqué a su lado...
¿Al lado de quién? Para él yo soy una persona sin argumentos, con un discurso
que no “concatena” según sus propias palabras, una adolescente histriónica, un
ser humano lleno de errores, con ideales sin fundamento, una idiota en
resumen... Ah... También una puta.
Ahora me pregunto una y
otra vez, mirando mi miserable vida, sin familia, sin amigos de verdad, y sin
un amor que te ame por lo que eres, que te valore, que te haga sentir
importante: ¿qué me queda? Me gustaría dormirme por siempre, o drogarme hasta
morir, o simplemente morir, estoy al lado de alguien que te “ama” tal vez
porque aún pretende que seas lo que no eres y lo que el quiere que seas.
Tengo que soportar amar
de corazón para escuchar que esa persona no está segura, o que un día sí y al
otro no.... Siento que no aguantaré mucho. Tengo ganas de morirme.
Esta mañana cuando otra
vez reconfirmé que mi familia realmente no es lo que debería ser una familia,
pensé en largarme y pensé en que debería ser con él, ¿pero él? Una veleta, ¿cómo
estar seguro de una veleta? ¿Cómo entregarle la existencia completa a una
maldita veleta?
Lloré, lloré mucho... Y
hubiese podido llorar durante días... Semanas, lloré porque si me descargo
sobre él, sé que será un piso de arenas movedizas. Tantas veces con sus
palabras ha logrado desgarrarme el alma, dejarme en shock, sin pensamiento, en
un letargo que duele, y que se siente como la verdadera muerte, un letargo que
te quita el aire y te diluye como si fuera a exterminarte, un exterminio sin
precedentes, como si la vida que tiene tu cuerpo se evaporara lentamente
dejando un agujero en el pecho... Dolor... Soledad, miedo... Desconfianza.
Lo amo, pero no creo en
un amor tan voluble. Me asesino día a día... Con su ayuda.
Un fantasma... Un fantasma que me espanta por temporadas y luego desaparece... Lo amo tanto pero no soy una máquina, con el tiempo me ha ido destruyendo... De mí queda poco, un vacío... Un limbo... Incertidumbre, ganas de acabar con tanta porquería, ganas de disparar una maldita arma y morir entre las lágrimas y también entre sus brazos, los brazos de siempre... Los de nunca. Morir recordándolo en medio del dolor de la separación y morir abrazándolo como la despedida más que pedida, necesaria, la despedida suplicada.
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